27 de octubre de 2010



Habían pasado ya casi 3 meses desde que Tanner y ella habían empezado a salir. Todo iba sobre ruedas. Perfecto. Nunca pensó que hubiese podido ser tan feliz con alguien. Pero aquella noche, la víspera de su cumpleaños, no era la mejor.
Tanner le había dicho de ir a un local donde estaban organizando una fiesta unos amigos y , así de paso, celebrar su cumpleaños. Pero, la verdad, cuando se lo comentó no le había apetecido nada, por lo que le dijo que fuese él solo y que al día siguiente ya se verían.
Pero ahora, sentada delante del libro de matemáticas, lo que más la apetecía era estar en aquella fiesta, pasándoselo bien. Echó un vistazo al reloj de su mesilla. Tal vez, si se vistiese rápido, le daría tiempo a pasar por la pastelería y comprar un pequeño bollo y llevarlo a la fiesta para compartirlo con Tanner. Hojeó por última vez la lección y se vistió rápidamente con lo primero que encontró.


En otra parte de la ciudad.

Tal vez no hubiese sido buena idea haber salido aquella noche. Lo que más deseaba en aquellos momentos era estar sentado frente a la televisión echando una partida a la play con Sean. Pero aquellos plastas que tenía por amigos le habían acabado convenciendo para hacerlo. Además, a ello también influían las ganas de fumar y meterse algo. Llevaba casi una semana sin hacerlo, y las consecuencias empezaban a notarse.
Llegaron a la puerta del local de moda de esa temporada. Lo habían abierto no hacía más de un mes y ya no había quien entrase en ese antro nunca. Miraron la cola que había para entrar, y como había demasiada gente, decidieron adelantar un poco la fiesta.
Fitz les hizo un gesto con la cabeza y los cuatro se dirigieron al callejón de atrás del local. Allí se encontraban más personas, “adelantando” la fiesta como ellos. Se dirigieron al que parecía ser el que llevaba el “asunto” y, con movimientos casi imperceptibles, éste y Fitz intercambiaron algo.
— Ya lo tengo, tíos. Vamos a meternos algo.
Se alejaron del resto de la gente, situándose al final del callejón, escondidos bajo las sombras. Fitz se sacó una bolsa llena de polvos blancos y se la fueron pasando uno a uno.
En menos de una hora ya se encontraban dentro del local y, por lo que podían observar, se estaba celebrando una fiesta.
Varias chicas se les acercaron con la ilusión de poder bailar con ellos; algunas tuvieron suerte y otras no.
Nate se dirigió a la barra, necesitaba algo para beber, tenía la garganta seca.
— ¿Para quién es la fiesta?
— No sé. Pensé que era de cumpleaños, pero parace ser que la cumpleañera no ha venido, por lo que al final se ha quedado en una fiesta a secas.
— Vaya…no venir ni a tu propia fiesta. Penoso.
El camarero se encogió de hombros mientras le tendía la cerveza al chico de ojos azules.
Éste se puso a contemplar a su alrededor. Toda clase de personas de diferentes estilos llenaban el local.
— ¡Eh! ¿Ese no es…? —musitó el chico.
Dejó la cerveza en la barra y se dirigió hacía donde había reconocido a alguien.
Sentado en un sofá se encontraba un chico rubio dándose el lote con una morena.
El chico de ojos azules apartó de un empujón a la chica y cogió a su acompañante por el cuello de la camisa,
— ¡Eh, tío, estás loco! —gritó este al verse separado de la morena.
— ¿Yo soy el que está loco?
— ¿Nate? — preguntó el rubio abriendo grandemente los ojos — ¿Qué haces aquí?
— Pasar un buen rato, pero veo que tú ya te me has adelantado —contestó mientras le soltaba con un empujón — ¿Has perdido la cabeza?
— ¿Por qué?
— ¿Por qué? ¡Porque estás saliendo con Samantha, por eso! ¡No puedes estar liándote con otra! — gritó el chico.
— ¿Acaso ves a tu querida Samantha por aquí? —preguntó, también gritando, Tanner.
Ambos se distrajeron cuando un plato se rompió cerca de donde estaban ellos, y se giraron para observar que había pasado.
Detrás de Nate se encontraba Samantha, con las manos aún en el aire tras haber soltado el plato. Sus ojos estaban vidriosos.
— Sammy, yo no…—intentó disculparse Tanner, pero ésta ya se daba media vuelta para irse.