27 de febrero de 2010




— Sammy, ¿te vienes a la cafetería?
—Sí, espera que ordeno esto y ya voy — dijo mientras apilaba los libros dentro de su taquilla.
Ambas chicas se dirigieron a la salida, mientras a su paso dejaban atrás carteles anunciado el esperado baile de primavera.


—Bueno, ¿me quieres contar ya quien te llevó ayer a casa?—preguntó impacientemente Amber.
Samantha la miró desde detrás de su taza de capuccino, con aire de indiferencia. Llevaba todo el día evitando esa conversación, aunque sabía que tarde o temprano llegaría el momento de contárselo; aún así se hizo la interesante y dejó pasar varios minutos antes de contestar.
— Bueno, ya te dije…un chico.
—Eso ya lo sabía. ¿Pero que clase de chico? ¿Era guapo?
—Si, bueno, no estaba mal— dijo mientras llamaba a la camarera para que le trajese un sobrecito de azúcar —. Era rapero
— ¿Pero cómo era? Quiero una descripción completa.
— Pues…la verdad es que no me pude fijar muy bien por que era de noche, pero desde luego tenía unos ojos preciosos.
— ¿De que color? ¡No te quedes callada, mala persona!
—Azules…pero no eran de un azul corriente. No sé…tenían algo extraño. Y transmitían una sensación de seguridad y dulzura. Gracias— dijo dirigiéndose a la camarera rubia que le había traído el azúcar, y que seguramente habría escuchado su conversación.
— Pero a ti no te gustan los raperos…
—No. Y la verdad es que este era un maleducado…Y, desde luego, no volvería a subir en su coche.
— Me confundes… ¿No decías que transmitía seguridad?
— Sí, sus ojos, no él. Y no creo que me vuelva a subir en su coche solo por sus ojos…



Llegó a casa a la misma hora de siempre, pero hoy no había nadie allí. Sus tíos habían salido, pero la habían dejado un plato de comida en el microondas para que cenase.
Se puso a hacer los deberes antes de salir hacia la clase de violín. Ese día tan solo tenía que hacer unos cuantos ejercicios de matemáticas, pero estas no se le daban nada bien. Aún así siempre conseguía pasar los exámenes con un aprobado justo. Se conformaba con eso.



— Samantha, cada día tocas mejor—dijo el profesor dando por terminada la clase— Te hablé del concurso que habrá la semana que viene en el Teatro Nacional, ¿no?
— Sí, pero no se si apuntarme…no creo que fuese a ganarlo
— Apúntate, hazme caso de que tienes muchas posibilidades de ganar.
— Me lo pensaré.
—Esta bien. Necesito tu respuesta como muy tarde mañana por la noche.
La chica asintió y se dirigió a la salida de la escuela de música. Ya había oscurecido y la temperatura había bajado unos cuantos grados. Lo que menos la gustaba cuando salía de clase de violín, era tener que pasar por delante de un bar frecuentado por los macarras del barrio. Cada vez que pasaba por allí se encontraba con algún listillo que quería intentar ligársela.
A medida que se iba acercando al lugar, comenzó a acelerar el paso, para así demorar el menos tiempo posible, cuando de pronto una mano la agarró por el brazo.
— Yo no me acercaría por ahí ahora mismo —dijo una voz masculina detrás de ella.
Y la persona que le había dicho eso estaba en lo cierto. Nada más pararla, un grupo de borrachos había salido de dentro del local y, aún con botella en la mano, se dirigían al otro lado de la calle mientras iban diciéndose improperios. Antes de cruzar, uno de ellos la miró, pero siguió su camino sin decir nada.
Samantha se giró para ver quien la había salvado de una serie de manoseos que habrían tenido lugar si la hubiesen visto pasar por allí sola.
Y allí estaba él.
—Pero mira a quien tenemos aquí —dijo él abriendo los brazos —. Pero si es mi querida Samantha.
— Troy, déjame 

23 de febrero de 2010



Amaneció el cielo encapotado y con una temperatura bajo cero grados.
Fuera comenzaba el trafico de por la mañanas, cuando todo el mundo decidía que ya era hora de salir hacia el trabajo.
   Pam seguía tumbada en la cama, perdida en sus ensoñaciones, mientras, sin darse cuenta, hacia dibujitos en el torso de su “amigo”. No es que ella no quisiese que él fuese algo más, si no que él no quería ser nada más. Ya lo habían hablado varias veces, y él había insistido que esto era lo mejor. Durante el día cada uno por su lado y, cuando llegaba la noche, ella le iba a buscar para pasarla juntos.
Normalmente por las mañanas, después de un desayuno rápido, el desaparecía sin decir nada, ni a donde iba ni con quien. Pero ya estaba acostumbrada. Lo único que quería era seguir teniéndole a su lado.
— ¿Llevas mucho tiempo despierta? — dijo una voz soñolienta a su lado.
Pam le miró. Aquellos ojos azules, ahora entrecerrados a causa de los rayos de sol que entraban por la ventana, eran lo que la habían cautivado. Aquellos ojos que transmitían dureza, misterio y, muy en el fondo, necesidad de amor.
— No. Simplemente me preguntaba dónde irías hoy…
— No lo sé…por ahí, ya sabes — dijo acariciando el pelo de ella.
El chico se levantó de la cama y, sin decir nada más, se metió en el baño a darse una ducha.
Eran casi las 8 de la mañana, por lo que Pam decidió que era hora de levantarse y arreglarse para ir al trabajo. Desde que había decido independizarse, lo de estudiar era un lujo que no se podía permitir, puesto que tenía que pagar el alquiler y, para ello, trabajaba desde hacia varios meses en una cafetería.
Se levantó de la cama y recogió la ropa de los dos tirada por el suelo, y se dirigió al baño.


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— Sammy, tu tía y yo nos vamos esta noche a celebrar nuestro aniversario, así que no nos esperes despierta.
—Vale —dijo la chica mientras se ponía el abrigo para salir a la calle.
Fuera la estaban esperando Amber y Maddie en el coche de esta última.
— Buenos días, Sam —Dijo Maddie nada más abrir la puerta del asiento de atrás.
— Good morning, chicas.
— ¿Qué? ¿Perdiste peso con tu caminata de ayer por la noche? —preguntó Amber
— Que va…al final fui en coche.
— ¿En coche? — Amber se giró con cara de sorpresa— ¿Quién fue el afortunado?
— No lo sé…no le conozco
— Ósea, te montas en un coche de un desconocido pero, en cambio, no quieres que Mark te acerque en coche…Increíble —dijo la amiga sacudiendo la cabeza.
— Es una larga historia…además me monté obligada…—intentó disimular un poco.
— Ya sé lo que tengo que hacer la próxima vez; sacar una navaja y meterte a la fuerza en el asiento de atrás del coche de Mark — dijo Amber entre risas —Tengo todo el día, así que ya puedes ir contándome esa “larga” historia.

16 de febrero de 2010

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Debía dejar esa mierda. Eso que le estaba matando poco a poco, y él lo sabía, pero era incapaz. Había empezado a consumir con 12 años, intentando evadirse de una realidad dura. Su padre no había sido el mejor del mundo, ni mucho menos. Cada noche llegaba borracho y sin mediar palabra le comenzaba a golpear intentando, así, apartar su frustración y su dolor por la muerte de su mujer.
Aquel había sido un golpe duro para los dos, pero Nate lo superó al cabo de un tiempo, pero su padre quedó sumido en un agujero negro.
— Ey! ¡Que te quedas empanado!—dijo una voz femenina a su lado.
Rápidamente el chico volvió a la realidad, y descubrió a su lado a una chica rubia, mirándole fijamente con unos ojos grandes azules. Llevaba puesta su gorra roja.
— ¡Ey! ¿Qué haces con eso, pequeña? —dijo este abrazándola.
— Me la dejaste el otro día, ¿no te acuerdas? —dijo ella mientras se la ponía al chico —¿Qué haces aquí tu solito?
— Ya sabes, lo de siempre…
— Aish mi Natie, algún día lo conseguirás, ya verás…
El chico hundió la cabeza en el pelo de la rubia y respiró varias veces, captando el aroma que tanto le gustaba. No la conocía desde hace mucho, pero desde el primer momento había surgido algo entre ellos.
   Se dejo llevar por el olor de ella, y poco a poco fue subiendo por su cuello y por su rostro hasta dar con los labios, y allí se perdió, deseando no volver a encontrarse más