24 de enero de 2010




“… When you walked through the door,  (who!) It was clear to me. (Cleeaaaar to me...) You're the one they adore…”

— Ey, tío, ¿dónde estabas? Llevamos medio año esperándote
— Estaba terminando unas cosillas — dijo el chico saliendo del coche— ¿Qué vamos a hacer hoy?
— Nos vamos al Trap, nos está esperando  Grant para darnos la mercancía. Traes el dinero, ¿no?— contestó otro chico a su lado.
—Por supuesto—dijo, mientras sacaba la cartera del bolsillo de atrás de sus pantalones anchos.
   Se pudieron en marcha hacia la, recientemente abierta, discote Trap. Su nombre le venía que ni pintado. Cuando la gente entraba allí quedaba “atrapada” por las fuertes bebidas que allí se servían, y no era para menos. Era el único sitio en la ciudad en el que se utilizaban varios tipos de bebidas combinados con una sustancia creada por el dueño del local. Una sustancia que te hacía sentir por encima de las nubes, algo que te dejaba atrapado y con ganas de más. Nadie sabía exactamente lo que era, pero, lo cierto, es que el sitio siempre estaba hasta arriba.
   Ellos esa noche se dirigían allí para unas copitas, y para comprar su “medicina”,
  como todos los miércoles.
   En la puerta de la discoteca se encontraba el gorila de mas de 2 metros, con cara de pocos amigos.
— ¿Qué pasa Stan?
— Hola chicos. Grant os espera dentro — dijo mientras levantaba el cordón rojo permientiendoles la entrada. A sus espaldas podía escucharse los murmullos descontentos de los que esperaban la cola para poder entrar.
   Los tres se dirigieron al final de la sala donde se encontraba, camuflada, una enorme puerta de roble. Antes de pasar comprobaron que nadie les observa, y con cuidado se infiltraron dentro de la estancia.
   La habitación era apenas más grande que un trastero. Al fondo había una gran mesa de madera oscura, y sentado detrás de esta se encontraba un hombre bajo y rechoncho, con poco pelo. La habitación no tenía ventanas, por lo que el humo del puro que estaba fumando el hombre, contaminaba todo el aire.
— Buenas noches, muchachos.
— Buenas noches, Grant —Dijeron los tres casi al unísono.
— Espero que hayáis traído el dinero, por que de lo contrario ya podéis largaros.
— Aquí está—Dijo el chico de los ojos azules, mientras se lo pasaba por encima de la mesa.
   El hombre cogió el dinero y en un movimiento rápido sacó de un bolsillo interior de su chaqueta, una bolsita de plástico llena de pastillas blancas, y se las entregó a los chicos.
— Nos vemos la semana que viene —les despidió.

11 de enero de 2010




Una música a todo volumen comenzó a aproximarse, mientras Samantha doblaba la esquina para dirigirse a la parada de autobús. Al final no le apetecía ir andando, y tampoco llamar a su tío para que viniese a buscarla, por lo que la solución más rápida era el autobús.
— ¡Eh, preciosa! ¿Quieres que te acerque a algún sitio?— dijo un chico levantando la voz por encima de la música para que ella pudiese escucharle.
   Del interior del coche salía una música rapera que se había puesto de moda hacia unas semanas.
   Samantha se giro para ver a quien pertenecía la voz. Era un chico de tez clara y ojos azules. Por su coche tuneado, la música que estaba escuchando y su indumentaria, supuso que pertenecería a alguna pandilla de raperos que formaban tanto alboroto por la ciudad.
— No, gracias —dijo secamente.
— Te vas a congelar como te quedes ahí plantada esperando al bus. Venga que seguro que me pilla de camino tu kely.
— ¿Mi qué?
— Tu kely. Tu casa, tía.
— ¡Ah! No, prefiero esperar al autobús.
— ¡Uuu, el autobús! Pero que finolis eres, ¿no?
— No
— Venga, no te hagas la estrecha y sube.
— ¡Que no!
   Mientras los dos discutían, un autobús se acercó pero al ver a la chica hablar con alguien en un coche, supuso que no estaría esperándole a él. Su mujer le estaba esperando en casa y no quería llegar con retraso, por lo que pasó de largo y se dirigió al garaje de autobuses.
— No. No. ¡Espere! — Gritó Samantha agitando las manos para que el conductor del autobús la viese, pero era demasiado tarde, el conductor ya había decidido sus planes—. ¡Aaarg! ¡Y todo por tu culpa!—gritó apuntando amenazadoramente al chico.
—Bueno, ese era el último bus…así que, si no quieres esperar hasta mañana…yo que tu, me subiría al coche.
— ¡Ni hablar! Prefiero ir andando
Dicho esto se dirigió con paso enfurecido calle abajo, pero el chico no se daba por vencido y la siguió.
— Venga, que estas tiritando. Te prometo que te llevo directo a casa.
— ¿Y-y como pu-puedo confiar en t-ti?
— No me van las bailarinas finolis. ¡Venga!
— ¡Vale! Pero directo a mi casa. Como te pases una calle te enteras.

10 de enero de 2010




Y así fueron pasando los años. Cartas nunca respondidas, olvidadas en algún rincón de Rusia, o puede que en cualquier otro lugar del mundo.
   Samantha creció educada por su tío Tom, hermano de Martha, del cual aprendió muchas cosas, entre ellas amar a todo ser vivo.

— Sammy, creo que va siendo hora de que empieces a divertirte un poco ¿no crees?
— No, estoy a gusto con mi vida…y no creo que necesite nada más — dijo la chica entre jadeos.
Dos figuras, vestidas con tutús, y en posturas no precisamente cómodas, estiraban en una barra.
—Si, claro. Lunes, ballet. Martes, violín. Miércoles ballet. Jueves, violín. Viernes las  dos cosas…y…los fines de semana estudiar y practicar — dijo Amber sofocada por el esfuerzo— En serio, necesitas salir.
—No, gracias.
Las dos se pusieron en pie y comenzaron a practicar el baile, antes de que Audrey  su profesora de ballet, llegara.


   Cuando las clases terminaron ya había caído la noche y, fuera hacía un frío invernal, ya que faltaba menos de una semana para que comenzase el invierno.
Las chicas se subieron la cremallera del abrigo hasta arriba y se agarraron para ver si así conseguían entrar en calor.
—Mark va a venir a buscarme…si quieres le puedo decir que te acerque a casa—dijo Amber encogiéndose de hombros.
— ¿Y pasarme todo el camino escuchando ñoñerias de los dos tortolitos? No, gracias — Y tocándose el vientre añadió—. Además, tengo que adelgazar un poco antes de que empiecen las comilonas de navidad, que si no…
— ¡Pero si estás genial! No digas tonterías…
Samantha se encogió de hombres, y antes de marcharse le dio un beso en la mejilla a su amiga.
— ¡Y no te olvides que hay algo más aparte del arte!—gritó Amber antes de desaparecer tras la esquina.

   El frío viento movía ligeramente el cabello rojizo de Samantha. Las calles estaban tranquilas a aquellas horas, hacia tiempo que los establecimientos habían cerrado, y con aquellas temperaturas no había quien aguantase mucho rato fuera.
   Los coches pasaban tranquilamente por la calle dejando, a veces, a Samantha cegada por sus faros.
   Le gustaba estar sola, eso estaba claro. Nadie merodeando por su alrededor; nadie al que tuviese que estar complaciendo todo el rato; poder ir a sus anchas sin depender de nadie. Pero de vez en cuando echaba de menos a alguien a quien abrazar. Pero bueno, para eso estaba Buddy, aunque ya estaba bastante viejo, y Samantha sabía que no aguantaría mucho más.
   Buddy. Su mejor amigo. Siempre a su lado; nunca la había fallado en nada. Aún recordaba como jugaban al escondite de pequeños, y que cuando ella le encontraba el se ponía a ladrar y ponía sus dos patoncias sobre sus hombros. Incluso cuando Amber o sus tíos la fallaban, él estaba ahí.

8 de enero de 2010




23 de Agosto 1998

Hola papá soy Samantha, alo mejor no te acuerdas de mi, ya que hace mucho que no nos vemos…supongo que cuando era un bebé viniste a verme, pero no me acuerdo. ¡Vaya cabeza que tengo!
De todas formas el tío Tom te está mandando una foto de mi último cumpleaños. Me cuida muy bien.
Ayer Buddy y yo nos fuimos a casa de la abuela Margaret, cada día está más vieja. Ya tiene muchas arrugas en la cara, y en los ojos le salen “pasas de gato”.¡ A saber lo que será eso! Yo creo que se esta volviendo loca con los años…pobrecita.
Bueno, papá, mi amiga Amber  me está esperando para irnos al lago a bañarnos juntas.
Espero que vengas pronto a visitarnos a Buddy y a mi.
Un beso.
Samantha.



15 de Julio de 1995

James
   Te escribo de nuevo, tras tres años, para adjuntarte una foto de la niña y que veas el gran parecido que tiene contigo.
   Como te dije en la primera carta, es una niña muy alegre. Aunque algunas noches llora porque se siente sola. No conoció a su mamá, por lo que tiene un vacío en su corazón. Mi mujer y yo nunca quisimos engañarla y desde un principio le contamos que su mamá no estaba y que su papá está trabajando fuera.
   Pero aún así es una chiquilla muy risueña, y se pasa el día trasteando por la casa y el jardín.
   Hoy por su cumpleaños celebramos una gran fiesta e invitamos a todos sus amigos de la guardería. Deberías haber visto la cara de ilusión de ella cuando vio encima de la mesa todos los paquetes de regalo, y cuando de pronto uno de ellos comenzó a moverse y ladrar. Abrió deprisa el regalo, porque decía que si no se daba prisa alo mejor desaparecía, y de la caja salió un cachorro de labrador. Le llamo Buddy y desde ese momento no se ha separado de él. Creo que ahora mismo están los dos tumbados abajo, en la habitación de ella.
   Espero que puedas venir a verla pronto, le haría mucha ilusión.

Saludos.
Thomas.

Cartas del pasado







15 de Julio, 1992

Querido James
    Espero que todo te vaya bien ahí en San Petesburgo, y que tu nueva mujer pueda darte lo que Martha no pudo. O eso creíste.
   Tras todos estos años sin saber nada de ti ni ponernos en contacto, creo que ha llegado el momento de revelarte algo importante.
   Después de que te fueras, Martha quedó echa polvo, y estuvo semanas sin comer y sin dormir. Se mareaba y vomitaba continuamente, por lo que decidimos llevarla al médico antes de que perdiera el conocimiento por deshidratación. Para gran sorpresa nuestra, el médico nos comunicó que ella estaba en estado de buena esperanza.
   Y esta mañana, tras despuntar el alba, y un repentino silencio, unos llantos me sacaron de mi lectura. Tu bebé había nacido. Una hermosa niña de grandes ojos verdes. Todavía no sonríe, aunque  aún es muy pronto, pero será una chica muy alegre en el futuro. La llamamos Samantha.
   Pero la pobre Martha no pudo ver su preciosa carita, había partido hacia un lugar más bonito.
   Te escribía para que supieses que la niña está a mi cargo, tal y como quiso Martha, y que cuando quieras puedes venir a visitarla. Seguro que le encantará conocer a su papá.

Un abrazo fuerte.
Thomas.


Viajar




Viajar sola. Algo que tenia planeado hace mucho tiempo. Esta edad es la que esperaba tener desde hacia 18 años. Wow! 18 años. ¿Quien lo iba a pensar? Si parece que fue ayer cuando estaba en el parque con sus amigas jugando al pilla-pilla. Y parece que fue ayer cuando sucedió aquello. Además, le vendría bien para despejarse un poco la cabeza, dejar atrás todo, y comenzar una vida nueva. País nuevo, ciudad nueva, vida nueva. Todo nuevo.
Pero antes de empezar con lo nuevo, tal vez deberíamos darle un último repaso a lo viejo.