26 de julio de 2010



Sería hora de buscar un buen trabajo si quería aparecer con dignidad en casa de su padre para la cena familiar, si no…sería el hazmerreír de su padre. Nada bueno, desde luego.
Pero precisamente en ese momento no le apetecía mucho salir de debajo del edredón, y mucho menos si fuera hacía ese viento que se podía ver a través de la ventana. Pero le había prometido a Sammy que se buscaría uno, y pronto. De todas formas, habían quedado ahora por la mañana para ir a echar curriculums a todas partes. Deseaba tener suerte. Ya no solo para obtener la aprobación de su padre, si no para también poder invitar a Sammy a cenar un día. Últimamente era ella la que pagaba las comidas…
— Buenos días, Gary —se dirigió al perro que se encontraba tumbado en el otro lado de la cama. Este abrió sus grandes ojos azules, y le dirigió una mirada interrogatoria.
Con un gran esfuerzo salió de la cama y se tumbó en el sofá con el mando de la tele en la mano. Puso el canal 6, en ese momento estaban echando las noticias más recientes: unos cuanto atracos a mano armada, violencia callejera, violencia de género…y los deportes.
— Hoy en día ni las noticias son interesantes —lanzó un gran suspiro y cambió de canal.
Por lo menos antes de haberse quedado casi sin blanca, contrató el canal de pago, y ahora podía disfrutar de unos de sus canales preferidos: MTV.
Dejó la música puesta y fue a cambiarse de ropa antes de que Samantha llegará a buscarle.
Acababa de entrar al baño cuando sonó el timbre de la puerta.
— ¡Abres tú, Gary! — el perro le contestó con un par de ladridos, y este asomó la cabeza por la puerta del baño — No tener manos no es excusa, grandullón. Está bien, ya voy yo.
— ¿Todavía no estas vestido? — preguntó Samantha en cuanto este abrió la puerta. — No sabía que te gustasen los ositos.
Él la miró extrañado, hasta que vio que esta estaba mirando sus calzoncillos.
— Ya ves… ¿No llegas un poco pronto?
—Más bien eres tú el que se ha despertado un poco tarde, ¿no crees? Son las 12 de la mañana.
— ¿A qué hora habíamos quedado?
— Hace una hora…
El chico se visitó rápidamente con unos vaqueros y una camiseta, y ambos se dirigieron a la salida.

Dos horas más tarde ya habían metido dentro de una veintena de buzones el curriculum de Tanner, y se encontraban sentados en un parque tomando un helado. Esta vez él se había permitido pagarlos. Hacía un buen día soleado, aunque no muy caluroso debido a la brisa que corría.
—Con mi primer sueldo te invitaré a una cena romántica —dijo el chico rubio con la cuchara del helado en la boca.
— ¿Me estás proponiendo una cita?—preguntó ella.
— Sí
— Me parece bien. Aunque la próxima vez sería más romántico si me lo pidieses sin la cuchara en la boca. Pero está bien.
— Que más da. Sabes…ese día sería especial. Me pondría el traje y me peinaría la ralla a un lado. Incluso puede que me deje crecer el bigote solo para ese día, ¿Qué te pareced?
— ¿En serio?
— La verdad es que no. Aunque si tu quisieses me pondría así para ti todos los días —en su mirada se podía observar un sentimiento de ternura y algo más.
Ella apartó la mirada algo ruborizada y se concentró en el helado. Era la primera vez que un chico le decía algo así.
Estaba deseando que llegase ese día. Aquel chico la había encandilado desde el primer momento cuando la encontró en el parque empapada.
Contemplo sus grandes ojos verdes en silencio, sin darse cuenta de que en su cara se formaba una gran sonrisa, al igual que en la del chico.
— ¿Qué pasa? —preguntó él con interés.
— Nada. Solo pensaba.
— Ojala pudiese leerte la mente y saber que cosas pasan por esa cabecita tuya en cada momento —dijo dándole unos golpecitos ligeros en la frente.
Ella tan solo pudo mirarle y sonreír.

24 de julio de 2010




— ¿Qué haces aquí?— dijo la pelirroja dirigiéndose a donde estaba el rapero.
— Que forma de saludar más rara tienes, ¿no?
—Ya ves. ¿Qué haces aquí?
— Nada…se me rompió el coche aquí en frente, y pasé a ver que había por aquí. ¡Y mira que casualidad, ahí estabas tú tocando el violín! —Dijo con una gran sonrisa — Viste como al final recuperarías todas las horas perdidas conmigo, eh pillina!
— eres insoportable.
En ese momento un chico rubio se puso al lado de la pelirroja, pasando uno de sus brazos por encima del hombro de ella, dirigiéndole una mirada curiosa al chico de ojos azules.
— ¿Quién es este, Sammy? —preguntó Tanner
— Es un…
—… Soy Nate, un amigo. —se adelantó a contestar el chico.
— ¿Amigo? ¡Ja! — Dijo la chica soltando una carcajada sarcástica —más quisieras, machote.
— No, más quisieras tú que fuésemos algo más.
— ¡Arg!
— Haya paz, chicos.
— ¿Y tú quien eres?¿Su novio? —Preguntó con curiosidad el rapero —por que no se como haces para aguantarla.
— No, no soy su novio. Soy un amigo. Y…bueno, la verdad es que no lo sé muy bien, pero ya ves.
Samantha se giró sorprendida por la respuesta del chico, y se le quedó mirando con la boca abierta. Antes de que él pudiese contestar, le dio un puñetazo en el hombre y se marchó.
— Bueno, tío, me voy a disculparme. Nos vemos. — se despidió Tanner.
Nate levantó un poco la mano para despedirse, y se dirigió a una esquina de la sala. Desde allí podía observar todo lo que pasaba a su alrededor.
Una niña pequeña tiró un poco de helado en el vestido de su madre mientras ésta última hablaba con el director de la escuela. Varias chicas entablaban una animada conversación cerca suyo y, de vez en cuando, le echaban alguna que otra mirada traviesa. Él las sonreía un poco haciéndolas sonrojar.
Y un poco más alejados se encontraban Samantha y el chico rubio. Ambos reían. Pudo ver las miradas que se echaban. Seguramente tendrían algo especial, aunque no quisiesen darse cuenta.
Estaba a punto de marcharse cuando vio como el chico se despedía de Samantha y se marchaba. Decidió ir a hablar un rato con ella, se aburría y no tenía nada más interesante que hacer.
— ¡eh! —dijo a sus espaldas.
— ¿Qué quieres? —preguntó ella secamente.
— Nada…me aburro.
— Pues cómprate un mono y déjame…
— ¿Por que estas así de borde? Ayer parecía que te caía bien.
— Ayer iba borracha.
— Va…como quieras. Adiós —dijo  dando media vuelta.
Se subió la cremallera de la sudadera, y se dirigió hacia la salida de la escuela. Antes de salir, pasó por cerca del grupo de las chicas que le habían estado mirando y les guiñó un ojo, dejándolas con un dulce sabor en la boca y con ganas de conocerle.




16 de julio de 2010




Al poco rato la chica ya estaba en su casa. Las luces estaban apagadas y reinaba el silencio. Solo encontró una nota encima de la cama que decía: “Espero que te lo hayas pasado bien esta noche. No te despiertes muy tarde”


Apagó la luz de la habitación y se tumbó en la cama a pensar. Las estrellas pegadas en el techo brillaban con tal intensidad que parecía que el mismo cielo estuviese dentro de su habitación. Las cortinas blancas ondeaban debido a la ligera corriente de aire que entraba por su ventana, y a través de estas se podían observar las farolas aún encendidas.
A través de los cascos del Ipod le llegaba la melodía de una de sus canciones favoritas. Fireflies de Olw City. La gente solía pensar que ella solo escuchaba música clásica y que era una aburrida. Pero en realidad su música preferida era el pop-rock. Y lo de ser aburrida…quien sabe; a veces hasta ella misma lo pensaba. Aunque últimamente estaba saliendo más. Había hecho buenas migas con Tanner en poco tiempo, aunque se sentía un poco decepcionada por haberla dejado plantada hoy. Pero de todas formas, había pasado un buen rato con Nate. Nate. Ese chico la volvía loca, y no en el sentido de gustar, si no en el sentido real de la palabra. Por su culpa seguramente mañana se pasaría el día en la cama con dolor de cabeza. Además, vaya hombre más cabezón y pesado.

— ¿Y que vas a hacer esta semana, princesa?
— ¡Deja de llamarme princesa! Y…¡¡MIERDA!!
El chico dio un frenazo quedándose parado en mitad de la carretera. Por suerte no venía ningún coche.
— ¿Qué pasa?
— ¡Que se me había olvidado por completo que tengo que ensayar para la audición de  pasado mañana!
— ¿Audición? ¿De que?
— De violín.
— Bah, no te preocupes…nunca sales de casa, así que podrás recuperar perfectamente las horas perdidas.
— Eres un idiota. Llévame a casa.

—Y la siguiente participante es Samantha Westford —dijo una voz femenina, mientras la sala se llenaba de aplausos.
 La chica salió al escenario. Estaba nerviosa. No era la primera vez que tocaba delante de tanta gente, pero aún así parecía como si se le fuese a salir el corazón del pecho.
Se colocó en posición. Y antes de empezar echó una ojeada por la sala buscando a sus tíos. Allí estaban ellos, en la tercera fila y dirigiéndola una gran sonrisa. A su lado se sentaba Tanner. Le había invitado, ya que el decía que nunca había ido a un concierto de música clásica. Esto tampoco tenía mucho que ver con un concierto de verdad, pero él había insistido.
Cuando se dio cuenta de que le estaba mirando, levantó una mano y le guiñó un ojo como diciendo “estoy aquí, como te dije”.
Poco a poco la chica se fue relajando, y cuando el profesor hizo una señal con la cabeza comenzó a tocar el Minueto 1 de Bach.
Iba todo a la perfección hasta que alguien entró en la sala. Intentó no desconcentrarse para no perderse, pero no puedo evitar levantar la vista un momento para ver quien había entrado.
Nate.
Se quedó de pie, mirándola con una gran sonrisa.
“¿Qué hace éste aquí?” pensó la chica.
Estaba dándole vueltas a miles de razones por las que Nate podría estar allí cuando escuchó el carraspeo de su profesor. Sin darse cuenta había acelerado el ritmo de la canción. Intentó relajarse y poner toda su atención a la partitura. Después hablaría con él.