1 de abril de 2010


— Bienvenida a mi gran mansión —dijo con una reverencia mientras abría la puerta del pequeño apartamento — Póngase cómoda y procure no perderse mientras preparo el café.
La chica pasó al interior y miró a su alrededor buscando algún sitio en el que sentarse y no ojar nada. Al final se dio por vencida y se sentó en el suelo. Gary, el pastor alemán, se acercó a ella y comenzó a restregarse invitándola a jugar.
— Gary, deja a mademoiselle Samantha. ¿No ves que está mojada? ¿A caso quieres mojarte tú también? — El perro le miró atentamente mientras torcía ligeramente la cabeza — Sí, amigo, te entiendo. Nunca viste una señorita tan guapa, ¿eh?
Samantha, que había escuchado todo, comenzó a ponerse roja.
—Bueno, my friend, creo que debería dejarte algo de ropa.
—No, así estoy bien —contestó apresuradamente Samantha mientras se alisaba la ropa empapada.
— ¿Y arriesgarme a que cojas un resfriado y que después me demandes por no ayudar al prójimo? No. —dijo Tanner mientras se dirigía al fondo del apartamento donde se encontraba un gran armario blanco — si quieres también te puedo prestar un tanga. ¿De leopardo o de zebra?
La chica se le quedó mirando atónita, pero este, al estar de espaldas no se dio cuenta.
— Por tu silencio deduzco que de zebra…—se giró con un tanga en la mano, y en ese momento vio la mirada de la chica — era broma, esto solo se usa en momentos íntimos, tranquila. Pero desde luego, tendré que dejarte unos boxers…nuevos.
Le lanzó a la chica un paquete de boxers nuevos sin abrir para que pudiese escoger. Mientras ella buscaba alguno que la convenciese, e intentaba no sonrojarse más de lo que ya estaba, el siguió rebuscando en el armario en busca de algo decente para prestarla. Al poco encontró una camiseta morada, con letras en llamativos colores azul y amarillo, y un pantalón negro.
— Creo que con este estarás divina de la muerte — dijo mientras hacia un gesto afeminado con la mano. — El baño está allí, no creo que te pierdas…

Cuando salió del baño, todo el apartamento olía deliciosamente a café recién hecho. Pero no había rastro del chico ni del perro. Samantha comenzó a asustarse por haber confiado en un extraño y estar en esos momentos sola en una casa desconocida. De pronto comenzó a escuchar un sonido de llaves en la puerta.
— Mademoiselle, ya estamos aquí. — Saludó Tanner mientras dejaba pasar al perro — pensamos que sería buena idea acompañar el café con unos croissant.
Ambos se dirigieron a la mesa de la cocina y, él adelantándose, apartó la silla para que Samantha pudiese sentarse.
— Permíteme que te sirva el café — dijo mientras traía la jarra de café, la de leche y, debajo del brazo, la bolsa de los croissant.
— Gracias.
— ¡Oh! Gary, ¿has visto eso? Una palabra se ha escapado de la boca de nuestra querida invitada desde que llegó a esta casa.—exclamó mirando al perro— sería un placer que nos deleitase más a menudo con tan bella voz, mademoiselle.
Ella no pudo hacer más que reír mientras contemplaba a aquel extraño sujeto que tenía delante. Desde luego, su sentido del humor era bastante bueno, algo que a ella le gustaba mucho. Y, además, era bastante guapo, aparte de tener un cuerpo de escándalo, y unos ojos impresionantemente verdes.
— Su risa me recuerda al canto de los pájaros —dijo él como si de una poesía se tratase.
— Bueno, cuando quieras puedes dejar ya eso de hablar como en la época victoriana, ¿eh? — comentó ella divertida.
— Como quieras, hembra mía
 — contestó él, adquiriendo un tono de voz más grave. —Buah, vaya partidazo el de ayer de los Yankees contra los Sox. Aunque a mi lo que más me gusta, es tunear mi Harley.
— Sí, tío, no veas como mola — le siguió el juego ella — Mi viejo tiene un taller y me paso el día tuneando toda máquina que viene a mi.
— ¡Que pasada, tía!
Ambos comenzaron a reír sin parar, mientras el perro los observa como si de dos locos se tratase. Cuando por fin dejaron de reír se hizo un silencio entre ambos, y se quedaron mirándose sin saber que decir.
— Bueno… ¿Qué hacías en el parque esta mañana?
— Alejarme un poco de todo, ya sabes…
—Ahá. Algún día tendrás que contarme de que era de lo que te alejabas.
—Vaaaale.
— ¿Me lo prometes?— preguntó el chico haciendo pucheritos.
— Sí.
— ¿Estudias o trabajas?— dijo mientras levantaba una ceja, haciéndose el interesante. La chica no pudo contener la risa.  Se sentía a gusto con él y, por primera vez, se alegró de haber faltado a clase.

2 comentarios:

  1. OOOOhhhhh

    OMGG me encnata Camyy!!

    de verdadd que sii!

    Yo quiero un Tanner en mi vida!!!

    sigue por favor

    ¿cuánto queda para que se acuesteen!!?? :P

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  2. Sin duda es un trozo muy tierno (:
    Me gusta, me gusta L.

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