2 de marzo de 2010



Él la agarró del brazo para impedir que se marchara, y la obligó a girarse y, así, quedar cara a cara.
— ¿Por qué me hablas así?
— Ya sabes porque —dijo ella, intentando desasirse de su mano—. Ahora, si te importa, me tengo que ir.
— No. Vente conmigo a tomar algo.
— Troy, es tarde. Suéltame.
— Por favor. Solo un rato. Te prometo que a las 10 ya estarás en casa.
Samantha miró su reloj para comprobar que hora era. 9:00
— Esta bien…
Ambos se dirigieron al descapotable rojo, que estaba aparcado en la esquina. El chico lo miraba con orgullo, como si de un trofeo se tratase.
— ¿Te gusta? Me lo regaló mi padre el mes pasado, cuando aprobé el examen de la carrera.
—No esta mal, pero ya sabes que yo prefiero los coches más…sencillos —dijo encogiéndose de hombros.
Ambos se subieron al coche, y Troy aceleró en dirección al bar donde solían ir antes, cuando aún estaban juntos. Era un lugar tranquilo, alejado del centro.
Lo descubrieron un día por casualidad, cuando volvían de un día en el campo. Comenzó a llover y Troy no se manejaba muy bien con la lluvia aquel día. Estuvieron a punto de salirse de la carretera varias veces, cuando por fin vieron un pequeño local, y pararon a esperar a que amainase un poco la lluvia. Desde aquel momento, volvieron allí todos los fines de semana.

— Aquí estamos, princesa.
El chico salió del coche apresuradamente para abrirle la puerta a su acompañante, pero cuando llegó al otro lado del coche, ella había sido más rápida. Y sin decirle nada, se dirigió al interior del bar. Cuando entró al lugar, ella ya estaba sentada en la mesa. En SU mesa.
— Veo que te acuerdas de nuestro sitio — Dijo Troy sentándose frente a ella.
— Sí.
Pronto se les acercó una camarera. La misma que les tomaba nota hacia unos meses cuando iban a llí continuamente.
— Me alegro de veros otra vez, chicos —Saludo esta.
— Y yo, Marie —contestó Troy — Lo de siempre.
La mujer asintió con la cabeza, mientras apuntaba algo en una libretita y hazto seguido se daba la vuelta en dirección a la cocina.
— Y bueno, ¿Qué querias?
— Hablar. Solo eso.
Samantha le observó, intentando descubrir alguna intención más oculta. Pero no lo consiguió. Ahí estaba él. Sentado frente a ella, con una sonrisa que tiempo atrás la había conquistado. Por supuesto, no había cambiado. Seguía con ese estilo tan propio, combinando vaqueros rotos con una chaqueta de traje negra, y unas deportivas. El niñito de papá de ojos verdes que tanto había querido, pero que tanto daño la había hecho.
— ¿Por qué me miras así? —preguntó él, intentando descubrir los pensamientos de la chica.
—Solo estaba pensando…
—Bueno…cuéntame que es de tu vida. ¿Sigues en las clases de ballet? Supongo que en las de violín sí, teniendo en cuenta que te he salvado cerca de la escuela de música y por esa funda que llevas contigo.
— Sí, sigo con las clases. Y con las de ballet.
— Me alegro. Ya sabes que siempre me encantó como bailabas, y esa flexibilidad tuya.
Ella le miró con furia. Estuvo tentada a irse, pero en ese momento le pusieron un plato de tortitas con nata delante, y decidió concentrarse en él.
— Y… ¿Qué tal de chicos?—volvió a preguntar él.
— Bien. Ninguno que me revolotee alrededor, así que bien. ¿Tú?
— Nada. Ya sabes. Rollos de una noche…
— Me alegro.
— ¿Pero en serio que no hay nada? —insistió el chico.
Samantha dejó despacio el tenedor en el plato, y dirigió seriamente su mirada hacia él.
— ¿Qué quieres?
— Que volvamos. Te echo de menos.
— ¿¡Que me echas de menos!?—dijo ella alzando levemente una ceja— deja que me ria un rato.
— ¿Por qué?
— ¿Cómo que por qué? Creo que lo sabes perfectamente…
— Lo hice sin querer, ya lo sabes.
— Que te enrolles sin querer una vez con otra tía mientras estas saliendo conmigo, es algo que no soporto, pero alo mejor te perdonaba. Pero que te enrollases más de cinco veces con la misma en menos de un mes, es muy fuerte. Y por supuesto que no te perdono.
— Pero, lo hice sin pensar.
— Pues así aprenderás a pensar la próxima vez.
— Pero te echo de menos.
— Yo no —mintió ella—. ¿Te importaría acercarme ya a casa? —dijo poniéndose en pie.

3 comentarios:

  1. Que te decia yo, un capullo...
    No tenia ni que haber ido a cenar ocn el, no era buena idea, esta Samantha....
    Juntarse ocn gnetuza.. TIene que irse ya de alli!!!

    (actualiza prntoooo :DDD)

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  2. Buah, que hijo de la gran puta ._.
    hablando mal
    u.u pobre Samantha. Me parece que es bastante decente diciéndole que no, teniendo en cuenta lo que le ha hecho.
    Chica lista :)

    Sigue pronto n.n

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  3. Oh, qué fuerrrrrrrrrrrrtee

    ¿te importaria acercarme ya a casa?
    NO, esque no te tenías que haber ido con él, imbécil. Pero bueno, me cae bien. Y él, en el fondo, también


    SIGUE<!

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