2 de septiembre de 2010


Gol. Gente gritando. Alegría.
El chico de los ojos azules mira encandilado la pantalla. Por fin, después de más de sesenta minutos de partido, su equipo mete gol. Llevan una temporada bastante mala, pero si consiguen meter un gol más remontarían.
Detrás de él escucha ruidos en la habitación de Sean. Seguramente esa noche se hubiese llevado a alguien a casa. Escucha como la puerta se abre a sus espaldas y, sin despegar los ojos de la televisión, levanta la mano para saludar.
— ¿Ya estás con el futbol? Que raro…—dice Sean a sus espaldas con cierta ironía.
— Sí, tío, es que juega mi equipo. Ya sabes.
— Quiero presentarte a alguien.
— ¿Una amiguita tuya? ¿Qué pasa, no le gustó como la tratabas? Ya te he dicho que a veces eres un poco brusco con las damas —contesta, aún mirando a la pantalla.
Una chica carraspea a sus espaldas.
Esa voz le suena. Mejor dicho, ese carraspeo le suena.
Se gira lentamente, intuyendo a quien se va a encontrar. Parada al lado de Sean se encuentra ella. Lleva el pelo recogido en un moño informal, algo desecho, y lleva la ropa bastante arrugada. Le mira con una expresión extraña. No sabría decir si es sorpresa o disgusto por habérselo encontrado allí.
— ¿Ella? ¿Es con ella con la que has estado esta noche?
— ¿Celoso? —pregunta ella levantando las cejas.
— ¿Os conocéis o es solo mi impresión?
— Nos conocemos —contesta el chico de ojos claros.
— Bueno, me tengo que ir — dice Sean pasándose la mano por la cabeza — te acerca él a casa, ¿vale?
Hace ademán de darle un beso en la mejilla pero en el último momento se gira y sale por la puerta de la calle.
— ¿Qué haces aquí? ¿Te acostaste con él?
— No te incumbe.
— No, tienes razón. Pero nunca pensé que una chica aburrida como tú hiciese algo “malo”.
— ¿Aburrida como yo?
— Sí. Admítelo, no tienes mucha vida social, sino no te pasarías el día tocando el violín o bailando esa cosa.
— Ballet.
— ¡Ves!
— ¿ves, qué?
— Que hasta me corriges cuando no me sé el nombre bien. Si tuvieses vida social te daría igual como lo dijese y, desde luego, no estarías aquí.
— ¿y donde se supone que estaría según tú?
— Yo que sé. En casa del chico ese. Aunque me pregunto como llegaste aquí.
— No te importa— contesta ella poniéndose de espaldas.
— Por el olor que desprende tu ropa, diría que te emborrachaste. ¿Por qué?
— Me apetecía. No soy tan aburrida como tú piensas.
— ¿No? Demuéstralo.
— Vale. Vámonos.
— ¿Dónde? —Pregunta el chico sorprendido.
— ¡Sorpresa! —dice mientras se dirige hacia la puerta de la casa.




— Esto no es lo que tenía en mente, desde luego —dice Nate atándose una cuerda a la cintura.
Ambos están subidos a un gran puente. Debajo de ellos corre furioso un gran río. A su alrededor solo hay montañas y árboles. Por encima de ellos pasa, de vez encunado, algún pajarillo cantando alegremente. Detrás, un chico diciéndoles lo que tienen que hacer y que no les va a pasar nada. Por ese puente no pasan muchos coches, por lo que están más tranquilos que si la gente les estuviese mirando.
— No debí hacerte caso.
— Demasiado tarde, chiquitín —contesta la pelirroja con una gran sonrisa en los labios.
— ¿has hecho esto alguna vez?
— Nunca. Pero siempre tiene que haber una primera vez.
Ambos terminan de sujetarse bien los arneses. Y cuando el chico les dice que ya está todo bien tensado y listo, se preparan para el gran salto.
Nate se gira para contemplar la cara de la chica. Esta tiene una gran sonrisa en los labios, pero no de felicidad, sino más bien, de nerviosismo. Antes de que pueda decirla nada, ella avanza un poco y se deja caer.
— Esto es genial —grita la chica mientras se precipita al vacío.
Pronto la cuerda la da un tirón, cuando ya no puede seguir bajando. Ella grita de alegría, y no para de reírse a carcajadas. El pelo rojizo brilla intensamente con los rayos del sol.
— ¿Te tiras o no, pardillo? —grita desde abajo mientras aún sigue balanceándose ligeramente bocabajo.
Nate coge aire. Aún no estaba seguro de querer hacer aquello. Miles de dudas le asaltaron de prono la mente. Pero ella seguía allí abajo, riéndose de él.
Avanzo un poco, cerró los ojos y se dejó caer.
Una sensación de libertad le invadió durante los escasos segundos antes de precipitarse hacia abajo. La adrenalina le invadía completamente. Lo único que veía era como el suelo se iba acercando poco a poco, pero un tirón le recordó que estaba atado a una cuerda y que, esta vez, no tocaría el suelo. Giró la cabeza, buscando a la chica. Allí estaba ella, mirándole con una de las mejores sonrisas que no había visto nunca.
— Esto es genial. ¿Quién es ahora la aburrida, eh?
— Me has sorprendido.
Ella le dirigió una última sonrisa, antes de empezar a gritarle al chico que se encontraba arriba que podían subirles.

2 comentarios:

  1. Que guay!! la verdad el encuentor ne la casa n me lo esperaba asi, pero el trozo me ha encantado, y lo del puenting mla un monton!!!! :)

    Sigue prontoooooooooo :O

    e______________________________e

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  2. *-* Lo del puenting ha sido un puntazo, la verdad!
    No podía imaginarme que a ella podría ocurrírsele algo tan temerario como hacer esa actividad, ya sabes, como ha dicho Nate, parece un tanto aburrida, aunque no tiene porque serlo necesariamente :)

    Ñaññañaña, sigue prontito que nos tienes a Laura y a mí mordiéndonos las uñas e_e
    Un besazo:3

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